”Es fácil decirlo, lo comprendo, pero no sé hacerlo»
Con estas palabras me respondía recientemente la madre de Nicolás, un niño de 8 años diagnosticado de TDAH. Para Nicolás y sus padres, la adaptación a la escuela no es nada fácil.
Las matemáticas y la comprensión de la lectura se han convertido en un reto,le cuesta mantener la atención en el aula y la relación con sus compañeros no siempre es buena. Cada semana Nicolás se queda castigado sin salir al patio a jugar con sus compañeros. La madre de Nicolás considera que es mala madre, culpabilizándose de la falta de éxito escolar de su hijo.
El cerebro materno y la neurociencia del desarrollo
Siempre hemos escuchado que las mamás son capaces de reconocer el llanto de sus bebés incluso en una sala de incubación. Es real. Durante el nacimiento del bebé, no solo él sufre cambios anatómicos y funcionales en su cerebro, también su cuidador. Las madres, gracias a estos cambios cerebrales se convierten en potenciales cuidadoras siendo capaces de percibir los estímulos convenientes del niño, dando la respuesta adecuada a los mismos.
Las respuestas de cuidado a los niños recién nacidos afectan a su desarrollo infantil, es decir, a las bases de desarrollo neurológico, cognitivo y socio-afectivo.
Los cambios más importantes en el cerebro de las mamás tienen lugar durante los primeros meses posteriores al parto, periodo en el que el desarrollo maternofilial se profundiza. Aumenta el volumen de la sustancia gris en el cortex prefrontal, el lóbulo pariental superior e inferior y diversas áreas subcorticales como el hipotálamo, la sustancia negra y la conocidísima amígdala.
Estas áreas están relacionadas con las conductas de cuidado y supervivencia, la motivación maternal, regulación emocional, percepción de estímulos, el sistema de recompensa y la percepción positiva que tienen las madres sobre sus hijos.
Los cambios biológicos que suceden durante los primeros años de vida de un niño son rápidos y espectaculares. Al nacer, los niños son completamente dependientes de los padres, con un repertorio limitadísimo en cuanto a aptitudes para hacer frente a la vida. Sin embargo, al final de la infancia los cambios en la talla, motricidad y maduración cerebral han transformado a los bebés en pequeños científicos llenos de recursos, movilidad y curiosidad por el mundo.
¿Cómo es produce este extraordinario avance?
El cerebro se desarrolla en secuencias, desde las funciones más básicas a las más complejas. La interacción entre factores genéticos y ambientales determina cómo nuestro cerebro se desarrollará en un futuro.
Muchos procesos de desarrollo están presentes antes del nacimiento del bebé, durante el periodo de gestación. Esta es la razón por la cual los niños son especialmente susceptibles a factores no solo genéticos si no también ambientales, que vienen dados por los hábitos de la madre (consumo de tabaco, alcohol, fármacos, estrés etc.)
El SAF, Síndrome del alcohol fetal se caracteriza por retraso en el crecimiento, problemas conductuales (habilidades sociales y deficit severo de atención), rasgos faciales anormales (cabeza pequeña, ojos anormalmente distanciados, nariz chata…)
No todos los niños expuestos al alcohol desarrollan SAF. Existe una predisposición genética y el porcentaje se dispara cuando la madre consume alcohol en el inicio del embarazo.
Hay cinco procesos básicos en los que resumiría el desarrollo del cerebro del niño. Muchos de estos procesos no estarán completos hasta pasada la adolescencia. Durante estas etapas los niños poseen una gran plasticidad neural, que les permitirá adquirir conocimiento, habilidades y destrezas con una rapidez extraordinaria. También nos deja un margen de actuación muy interesante a los profesionales, en cuanto a trabajar diferentes áreas como memoria, lenguaje, atención e introducir mejoras en aquellos niños que presentan algunas dificultades en el rendimiento escolar o la vida diaria. Sigue leyendo →