En el último proyecto para el desarrollo en el que participé, tuve una experiencia realmente aterrorizante con un niño (o niña) de aproximadamente unos siete años. Digo aterrorizante no porque llegase a asustarme, si no porque aquel acontecimiento ocupó mi mente durante los siguientes días, y creo que fue más tarde cuando llegó el temor. Compartía mesa con una psicóloga italiana, un profesor español y una compañera de Latvia que había estudiado ADE y tenía experiencia en la gestión de proyectos sociales. Sigue leyendo