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La imprudencia de Mishamo

1 comentario

Mishamo cometió una imprudencia el día que decidió caminar a solas por el desierto. Cinco figuras lánguidas se erguían frente a el, dos por detrás. Todos estaban descalzos, seguros de que toda apuesta por la vida no merecería la pena.

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Hubo señales de advertencia, pero Mishamo decidió ignorarlas, las había alejado de su mente. Su familia contaba con él. Le había entregado casi 2.000 dólares a los «hombres de tránsito», aquellos que habían llegado con una oportunidad en los labios, que hablaban de una tierra a la que le sobraban oportunidades. Parecían oportunidades dulces como la miel, aunque Mishamo no conocía el sabor de la miel. Aquellos 2.000 dólares eran 10 veces más de lo que ganaban en su pequeña granja, y era lo que costaba llegar al norte de África, tierra de fortuna.

Mishamo sentía que la avaricia se había apoderado de él, la noche anterior había soñado con ganar una fortuna y construir una casa para su familia, nunca habían tenido una casa. Pero ahora, mientras cruzaba la frontera seca, se daba cuenta de que le quedaban 20 días de camino por el desierto y la idea de tener una fortuna le parecía insignificante. Sabía que aquel camino le conduciría a una pesadilla. Mishamo quisiera despertarse.

La luz de Mishamo se fue apagando lentamente por el camino, se relamía los labios e imaginaba como sería volver a su hogar bajo la luna con mucha miel para sus hijos. De repente, la idea de dormir bajo la luna le pareció una bendición. Miró hacia atrás, observó el camino de arena que lo alejaba de su casa, y se sintió atemorizado al ver que había recorrido la mitad del trayecto. ¿Qué sentido tenía aquello?

Mishamo no podía volver, le harían falta 10 años de trabajo en su granja para poder saldar su deuda; su familia confiaba en él. Miraba al frente, cansado. Quiso pedir ayuda a esas figuras lánguidas que arrastraban los pies a su lado y que parecían hombres, pero ya no estaban allí. Se habían perdido entre las dunas del desierto.

Mishamo cometió una imprudencia el día que soñó con la fortuna de la tierra de las oportunidades. Miró a la luna, y Mishamo regresó a su granja.

Quizás la miel no existe – pensó.

Fin. 

(Un niño me dijo, oye Lorena… esta historia no tiene un final claro – Qué quieres decir? Qué le pasó a Mishamo?  Volvió a su casa no? No se murió sólo en el desierto verdad? Claro Mishamo volvió a su granja con su familia! – decía – Pudo dar la vuelta!).

  • Y tú… qué crees que le ocurrió a Mishamo? 

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Autor: Lorena Álvarez

Psicóloga, activista, trotamundos y una apasionada por la ciencia y las letras.

Un pensamiento en “La imprudencia de Mishamo

  1. Nosotras llegamos a la conclusión de que Mishamo regresó feliz a su casa; mi hija no se imagina ningún otro final. Yo no le he dicho nada, ojalá el mundo fuese tal y como lo ven los niños. Un abrazo Lorena!

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