Te levantas un feliz día, te vistes, coges tu maletín del trabajo, una bolsa con materiales y te vas a trabajar. De camino, te encuentras con un conocido y te pregunta – ¿qué llevas ahí? ¿te vas a casa a cocinar? – Miras la bolsa que sostienes entre las manos y te das cuenta de que sobresalen nubes de azúcar, espagueti, patatas… – ¡No! Me voy a trabajar! respondes, con unas sonrisa. – ¿Pero no eras psicóloga? – Existen maneras diferentes de trabajar, ¿verdad?
– ¿Verdad?

Workshop diseñado para trabajar procesos de comunicación, creatividad e innovación en grupos de trabajo, en organizaciones, grupos de investigación o escuelas
La técnica es importante, la práctica y «el saber hacer». Cuando caemos en la rutina de hacer siempre lo mismo, día tras día, creo que deberíamos empezar a preocuparnos. Si no emprendemos nuevas ideas, nuevos métodos – ¿cómo vamos a mejorar?
Vivimos en una sociedad que necesita avance y frescura en multitud de ámbitos ¿cuántas veces nos hemos quejado de que el sistema educativo en nuestro país no funciona? Un millón. Nos quejamos de la carencia de oportunidades, de que ya «no hay nada en lo que invertir, nada que inventar». ¿Cuántas veces nos hemos quejado de que el sistema laboral no funciona? Dos millones. ¿Cuántas veces nos hemos quejado de que el sistema legal no funciona? Millón y medio. ¿Cuántas veces hemos criticado el sistema sanitario? Tres millones. Y un largo etcétera. Las quejas las tenemos todos claras.
Si nos diesen un céntimo en nuestro país por cada queja verbal que emitimos, seríamos todos multimillonarios…
No critico la cultura de la queja, sé que es viciosa. La queja sale despedida, la arrojamos hacia nuestros oyentes y esto tiene dos consecuencias interesantes. Primero, la queja verbal vuelve a entrar por las orejas, llega al cerebro y le dice que «si» a todos tus miedos. Esto le da fuerza a tus creencias distorsionadas, aquellas que tienes sobre tu situación actual y tus habilidades, por lo general muy mermadas. Pero no sólo tiene consecuencias para ti, que en ese momento ya estás más bien pálido y paralizado como si un dardo venenoso te hubiese sacudido las pestañas, si no que ya has arrojado la queja hacia los demás. ¿A quién? – te pregunto.
¿A quien? – Ignoramos el efecto que tiene nuestras quejas en los demás. En los alumnos del profesor que resopla por su bajo rendimiento en matemáticas, en los trabajadores que nunca jamás son motivados por su trabajo, en los hijos cuando escuchan un listado de las veces que han fracasado. He de confesaros que el caso de los niños y jóvenes es el que más me preocupa. Me preocupa que la «queja viciosa» les convierta en yonquis, en seres mermados que ya no tienen voluntad propia para soñar y ser las mejores personas que pueden llegar a ser. Para mi, eso es el potencial humano y vale más de mil millones.
Me encanta la conocidísima frase de Eleanor Roosevelt, «el futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños». El futuro por tanto nunca pertenecerá a yoquis de quejas viciosas.
Todo esto me llevó a interesarme por el funcionamiento de los países que dicen que son los mejores en productividad y calidad en enseñanza. Y así, explorando y recopilando información, compartiendo, colaborando… ya han pasado casi cuatro años.
La sorpresa comenzó cuando una vez en Dinamarca, me pidieron que llevase mi ropa más cómoda a clase, unas buenas botas para caminar con mis compañeros de trabajo por el bosque y después encima, me retaron a hacer una torre con espagueti de nubes de azúcar con hilo «bramante». – ¿Pero si esto lo tengo en casa? – dije para mí.
Luego pensé que quizás, debido a las circunstancias del país, la gente «no tuviese tiempo ni paciencia para torres de espagueti» porque todos sabemos lo MAL que nos va. Busqué información congruente con esta idea, y empecé a leer una cantidad increíble de artículos sobre el fracaso de la enseñanza y etc. Si, estamos muy mal, porque somos los últimos en resolución de problemas matemáticos y yo investigo este tema. Pero, me estaba quejando.
La sorpresa comenzó otra vez cuando empecé a trabajar con países con peores circunstancias que el nuestro: Bulgaria, Rumania, Ucrania, Palestina, Israel, Egipto etc. Esperaba quejas y me encontré con gente con talento con un millón de preguntas para formularle al mundo. Encima, buscaban respuestas y fórmulas para solucionar problemas.
Es muy complicado emitir quejas cuando alguien te cuenta que tiene que sortear bombas para salir del país, que tiene dos carreras y es voluntaria en una organización internacional para ayudar a que los niños accedan a la escuela. Esta gente, consigue visados para salir de su país, trabajan contigo quince días y después regresan con el paquete a casa. Y yo a la mía.
Algún día hablaré más detalladamente de los workshops y de las nubes de azúcar y las patatas. De momento me sigo asombrando día a día de cómo lo sencillez puede lograr resultados increíbles en el ser humano. Al final, los jóvenes comienzan a hacerse «un sin fin de preguntas» y eso me hace tremendamente feliz. Un profesor me dijo una vez, «las preguntas son las excavadoras del conocimiento. Hay que remover algo dentro para que surja el aprendizaje».
Tengan cuidado con las quejas viciosas
busquen un equipo que le discuta sus quejas viciosas,
deje de hablar cada día en negativo, intente decírselo de cualquier otra forma posible,
salga de su zona de comfort para ver sus quejas desde otro ángulo,
intente ser empático con el receptor de sus quejas
los jóvenes son especialmente vulnerables hacia el lenguaje negativo, déjelos soñar
los sueños pueden madurar y convertirse en metas y ser un motivo de esfuerzo y tenacidad
valore las preguntas complejas que remueven cimientos y nos hacen pensar
si todo sigue igual, simplemente deje de quejarse y haga algo por insignificante que ello parezca.
Un trillón de agradecimientos por leer
Lorena
septiembre 14, 2016 en 9:39 pm
Me encanta! 🙂
septiembre 15, 2016 en 6:32 am
Me encanta leerte profe, ojalá todos pensasen como tú y confiasen en nosotros de esa manera y con ese cariño