El cerebro materno y la neurociencia del desarrollo
Siempre hemos escuchado que las mamás son capaces de reconocer el llanto de sus bebés incluso en una sala de incubación. Es real. Durante el nacimiento del bebé, no solo él sufre cambios anatómicos y funcionales en su cerebro, también su cuidador. Las madres, gracias a estos cambios cerebrales se convierten en potenciales cuidadoras siendo capaces de percibir los estímulos convenientes del niño, dando la respuesta adecuada a los mismos.
Las respuestas de cuidado a los niños recién nacidos afectan a su desarrollo infantil, es decir, a las bases de desarrollo neurológico, cognitivo y socio-afectivo.
Los cambios más importantes en el cerebro de las mamás tienen lugar durante los primeros meses posteriores al parto, periodo en el que el desarrollo maternofilial se profundiza. Aumenta el volumen de la sustancia gris en el cortex prefrontal, el lóbulo pariental superior e inferior y diversas áreas subcorticales como el hipotálamo, la sustancia negra y la conocidísima amígdala.
Estas áreas están relacionadas con las conductas de cuidado y supervivencia, la motivación maternal, regulación emocional, percepción de estímulos, el sistema de recompensa y la percepción positiva que tienen las madres sobre sus hijos.
El “estado de arousal” o vigilancia se especializa en aquellos estímulos asociados al bebé, como por ejemplo la percepción del llanto. A nivel neuroendocrino, la oxitocina parece cumplir un papel fundamental, aumentando el umbral del dolor, sueño más ligero, sensación de cariño y necesidad de cuidado así como la reducción del estrés. En ocasiones, las madres que dan a luz mediante cesárea producen menor cantidad de oxitocina y menor control de cortisol (la hormona del estrés) lo que se manifiesta en conductas menos sensibles hacia las demandas de sus bebés durante un corto periodo de tiempo.
Todo parece indicar que existe una remodelación celular en determinadas zonas cerebrales que guían la conducta de cuidado y de crianza.
Estos cambios cerebrales no aparecen en madres que presentan dificultades para guiar las conductas de cuidado hacia sus bebés. Ocurre por ejemplo con madres que sufren depresión postparto (que no se debe confundir con el Baby Blues), estrés o madres negligentes.
El eje HPA (Hipotálamo- pituitario-adrenal)
Algunas investigaciones han demostrado que tras el parto, aparece una sensación de bienestar que está relacionado con la hipoactivación del eje HPA. Este “circuito de la maternidad” parece reducir el estrés en las madres y ejercer un papel central en la regulación emocional.
¿Cómo perciben los bebés las conductas de cuidado? Un efecto transgeracional
La capacidad de los cuidadores para regular la conducta de cuidado, tiene un efecto a largo plazo en la reactividad emocional del niño y su control del estrés.
Las experiencias de cuidado que percibe el niño producen efectos a largo plazo y muy probablemente éstas se relacionen con el estilo de su futura paternidad.
El clima emocional positivo y consistente por parte de los padres aumenta la probabilidad de conductas de cuidado de calidad hacia los futuros hijos.
Creando experiencias enriquecedoras
Sería interesante, teniendo en cuenta las nuevas características de nuestra sociedad estudiar cómo la paternidad influye en el cerebro paterno. Por supuesto los padres también generan experiencias positivas y enriquecedoras para sus hijos generando un impacto sobre el funcionamiento afectivo individual. La evidencia científica deja atrás el determinismo genético para dar paso a la importancia del ambiente. Los resultados de las investigaciones actuales son muy alentadores en cuanto a que nos dejan un margen mayor a la optimización del desarrollo humano a través de la intervención en el contexto infantil.
Si no ocurre de forma natural, hagamos que ocurra
Dicen que la naturaleza es sabia, sin embargo parece ser que en la vida real las ecuaciones perfectas no existen. En ocasiones, las madres y los padres sufren de frustración, dudas, padecen estrés o se sienten incapaces o superados por su nuevo “rol de cuidador”. Sólo los padres pueden satisfacer las necesidades de cuidado de sus hijos (físicas, afectivas, cognitivas y sociales) y cuando esto no tiene lugar de forma natural, es nuestra responsabilidad hacer que ocurra.
Por regla general los padres que buscan ayuda, dicen al psicólogo o pediatra que son malos padres porque no consiguen entregarse a sus hijos. Esto es falso. Cuando un padre o una madre busca ayuda, en realidad está iniciando “una conducta de protección y superación” con respecto a su hijo. No hay más que pedir a un padre. No existe un manual para ser un buen padre, puesto que cada padre o madre y cada hijo(a) son únicos al igual que la interacción entre ambos.