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El «Apego»: La forma en cómo nos quisieron, lo que hoy somos

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«El éxito de nuestros hijos en un futuro no se medirá por lo que les hemos dado materialmente, sino por la intensidad y calidad de las relaciones afectivas que hemos sido capaces de construir con ellos desde la infancia»

Imagen  El APEGO es una necesidad básica para el desarrollo del ser humano. Las personas llegamos a este mundo preparadas para sobrevivir, pero a lo largo de nuestra evolución, hemos desarrollado unas necesidades básicas que deben ser cubiertas para alcanzar este fin. Dentro de estas necesidades podemos encontrar las necesidades de tipo fisiológico como por ejemplo la alimentación, la higiene, el sueño…la necesidad de protección (y englobamos aquí la protección tanto física como imaginada), la oportunidad de explorar el entorno, el juego (la interacción) y por último la necesidad de establecer vínculos afectivos.  Muchas personas suelen interesarse sobre los condicionantes responsables de la conducta de un ser adulto… ¿Por qué es tan inteligente? ¿Por qué es tan violento? ¿Cómo es tan buena persona? ¿Por qué se muestra tan depresivo? ¿Por qué no tiene iniciativa? […]

-. ¿Por qué? 
 
Existen muchos puntos de vista desde los cuales enfocar este tema. Podría escribir un artículo extenso tratando los condicionantes  de tipo biológico o hereditario, lo aprendido mediante la experiencia, o incluso factores relacionados con el azar o la casualidad (pese a que soy algo escéptica). Hoy me centraré en el apego y los vínculos afectivos, no como condicionante exclusivo de la conducta si no como un factor claramente vinculante y predictivo en el desarrollo posterior de la persona. 
 
Los vínculos afectivos son una «necesidad» que forma parte del desarrollo natural del niño. Cuando esta necesidad no es cubierta, hablamos de «carencias emocionales» o aislamiento afectivo. El apego, es una relación especial que surge entre el niño y un número reducido de personas (los padres o cuidadores), que impulsa a buscar la protección, el refugio, la proximidad y el contacto con ellos a lo largo del tiempo. El llanto del bebé es una de las estrategias más primitivas para la creación de apego (llorar indica reclamo de la madre o del padre), aunque también la succión, las sonrisas reflejas (que ayudan a crear la identidad del «Yo»), el balbuceo o incluso la necesidad de ser acunado o mecido en brazos. Posteriormente, el niño va incorporando nuevas habilidades verbales y motrices que le permiten incorporar más estrategias, como por ejemplo la llamada -. ¡mamá! o la búsqueda activa de esa persona (no solo con la mirada). Una adecuada relación de apego conlleva sentimientos de seguridad y confianza cuando las figuras de apego se encuentran cerca. Dedicar tiempo al bebé, es fundamental para su desarrollo posterior; Es la mejor inversión para asegurar la estabilidad emocional del niño en su futuro. Sin embargo, el adecuado «apego» no debe confundirse con el sobre-proteccionismo,  lo adecuado es dejar paso a nuevos aprendizajes y conductas autónomas que fomentan cierta independencia y la adquisición de habilidades (tanto interpersonales como cognitivas). Lo recomendable desde un punto de vista psicológico es permitir que el niño desarrolle lazos afectivos con diferentes personas (evitando relaciones triangulares disfuncionales) incorporando al padre y a la madre en equidad. Existen muchos estudios psicológicos, que defienden que en cuestiones afectivas el neonato tiene más facilidad para desarrollar «apego» con la madre debido a condiciones puramente biológicas (como por ejemplo la succión durante la alimentación, o la unión entre ambos previa al parto) o factores culturales (cuando la crianza del bebé era cuestión exclusiva de la mujer) Sin embargo no me gustaría excluir al hombre, como un eje fundamental en la crianza del niño (adaptándome a las nuevas estructuras familiares de hoy en día), abandonando ciertas concepciones un tanto antiguas sobre cómo deberían criarse los hijos.
Se ha demostrado que el vínculo afectivo correlaciona de forma positiva con mayor capacidad cognitiva en los niños, esto es mayor habilidad para solucionar problemas, más habilidades sociales e interpersonales así como mayor predisposición a cooperar con los demás y ser más obedientes. En la práctica nos encontramos muchas veces con niños con gran retraimiento, falta de confianza, miedo, inseguridades, ansiedad por separación, manifestaciones de ira, agresividad… que suelen tener mucho que ver en la creación de adecuados vínculos afectivos en edades tempranas. Esto no significa, que los niños u adolescentes en estas circunstancias tengan que sufrir problemas graves en su desarrollo posterior (existen formas de trabajar con estos problemas, facilitando el posterior desarrollo y adaptación). La terapia familiar suele ser un requisito imprescindible donde solemos incluir tutorías de información y de estrategias básicas para una comunicación afectiva, «el diario emocional» para aprender a mostrar las emociones, programas de contingencias, juegos para tratar las conductas compulsivas… e intervenciones siempre adaptadas a cada situación individual y familiar.
» Toda experiencia temprana, emocionalmente significativa y con fines adaptativos, es codificada en nuestro cerebro construyendo nuestra historia personal y configurando nuestra personalidad» Garantizar un entorno afectivo adecuado para los más pequeños debería ser una prioridad en nuestra «lista de tareas» como adultos.
 
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Autor: Lorena Álvarez

Psicóloga, activista, trotamundos y una apasionada por la ciencia y las letras.

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