La vida es orgánica y creativa… creas tu vida a partir de tu imaginación, tu temperamento, el carácter… ese abanico de oportunidades que tienes, las que aprovechas y también las que dejas pasar. Estar vivo en si, es un proceso creativo. Como en todas las formas de vida, si existe la posibilidad y la libertad de crear, también de recrear. Cuando crecemos, adquirimos un miedo inerte a ser creativos… perdemos la capacidad de dejarnos llevar, de innovar… de plasmar lo que sentimos o pensamos porque obedecemos a otras normas sociales o culturales más obvias en ese momento. Nos atrapan. […]

Todo el mundo tiene la capacidad de ser creativo, de crear algo… de hacer algo diferente, aportar algo único al mundo. A este nivel, no basta con “dejarse llevar” si no que implica una cierta capacidad de control, generar ideas que aporten algun valor. Hay que “hacer algo”. Me gusta decir que el proceso creativo es como una paleta de colores frente a un pintor, los demás no consiguen ver nada… mientras él se deleita “viendo y construyendo algo que nadie antes ha visto” pese a que el lienzo permanezca en blanco a esperas de algo excepcional.

La creatividad, ese espacio intransferible… tan único y personal debería ser enseñada tan meticulosamente como la lectura y la escritura desde nuestra infancia. Debería considerarse como un proceso material que adquirimos y mejoramos con el tiempo. Quizás, podamos hoy pararnos ante nuestra paleta de colores… y analizar durante unos segundos si estamos pintando la obra de arte con la que en su día nos deleitamos.

Por eso, cuando alguien me pregunta… ¿Y si te concediesen un deseo, qué pedirías? Mi respuesta es siempre la misma.

-. Pediría una idea excepcional